Falling Unknown
Me veo casi al final; caminando bajo una brisa otoñal y con los dorados sobre los arboles como coronas que se iluminan ante el escaso sol que deja entrever la leve lluvia. La brisa la disfruto chingonamente, con la tranquilidad que solo otorga el desenfado de las responsabilidades, veo a la gente como siempre me ha gustado hacerlo y distingo las piernas vestidas de calcetas de franjas de colores. Rojos, amarillos, naranjas, verdes y morados rodean esas piernas, cabello corto y pintado de plata.
Ella se acerca y andamos como los viejos conocidos que somos, a veces, solo a veces, me quita un poco lo huraño y me cuenta acerca de su diario andar, de las luces grisáceas que emanan los arboles, lo bellas que se ven al atardecer al mezclarse con lo rojos y violetas que le atañen el cielo al atardecer. Me cuenta como le emociona conocer nuevas personas cada día y como relaciona a cada una de ellas con notas musicales, me rio y le digo que a ella le gusta conocer nueva gente para relacionarla con música, mientras que yo muchas veces prefiero conocer nueva gente solo para conocer nueva música y entonces nos reímos juntos, porque nos encanta hablar profundamente acerca de estupideces sin sentido, ambos tomamos la estupidez universal con la misma sabiduría, a pesar de que ya no la comprendemos tan rapido como antes. Después practicamos nuestro quehacer preferido, pisamos hojas secas durante 2 minutos, no más; los placeres -al igual que la comida y los secretos- saben mejor bien paladeados.
Entonces se aleja y sigo con mi andar, se que no la volveré a ver; aun tiene millones de personas por conocer.