Essex

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21.4.06

Entre memorias

Recuerdo que fue una noche en los dias de semana santa de hace unos 3 o 4 años y Joel nos prometió una noche despejada y silenciosa en medio de una isla desierta a 2 kilometros por mar desde su casa en la costa. Subimos a la lancha alrededor de las 23:00 hrs, Juan Carlos (A.K.A. Kool Aid) y yo estabamos que no cagabamos de miedo porque no sabiamos nadar. Un par de litros de cerveza bastaron para disipar el temor.
El papá de Joel aceleraba el motor y solo se escuchaba el sonido de las olas chocando con el vehiculo, no se alcanzaba a ver ni siquiera a 5 metros de nuestras narices, pero la vista al cielo lo compensaba, sin una sola nube y abierto hasta donde alcanzaramos a distinguir. Y estrellado. Muy estrellado. Resultaba imposible no dejar escapar una bocanada de aire en medio de aquella inmensidad de la nada, rodeados por mar hasta donde alcanzabamos a distinguir y una noche que amenzaba con caernos encima en cualquier momento.

Hasta que llegamos a la isla, nos detuvimos a 20 metros de la orilla visible. Joel se arrojó de la lancha y la altura del agua le llegaba apenas arriba del talón. La isla, en efecto, estaba desierta, cubierta apenas por espesos manglares que apenas y alcanzaban nuestra altura, hasta que encontramos una zona descubierta, formada por docenas de dunas que terminaban justo a la orilla. Una selecta lista de musica nos acompañó (cortesia del Kool Aid) esa noche: Nothing else Matters, Everybody here Wants You, alguna rola de Nirvana y otras que prefiero olvidar...

Solo duramos un par de horas alli, entre arruinando el liso perfecto que el aire provocó en los montones de arena, persiguiendo cangrejos en medio de la oscuridad y contemplando la enorme capa de estrellas que nos cubria.

En el camino de regreso nadie pronunció palabra alguna: Missael (mi hermano) y el Kool Aid ya casi dormian, Gaby trataba de ver mas alla de donde se lo permitia la oscuridad, tal vez buscaba el rostro de (lo que en años posteriores seria su hija) Eleonor, Joel manejaba y yo no podia dejar de asombrarme por toda la luminosidad que me obsequió la luna esa noche (solamente).


¡Ah! y nos aventamos como 4 ó 5 cartones de caguamas Pacifico bienheladas esa noche. ¡Arriba las Aguamitas!.